Girona



Sábado, con el cielo despejado, una buena temperatura. ¿Qué podíamos hacer? ¡Salir a hacer turismo! Y yo tan feliz, por fin poníamos rumbo a Girona. Os aseguro que era una asignatura pendiente en nuestras salidas exprés… 




Al llegar a Girona, paseamos por el casco antiguo, buscando una terraza para tomar un aperitivo. Descubrimos rincones muy bonitos. Como sentimos la llamada urgente de nuestro estómago, mi sabio acompañante puso rumbo a la Rambla de la Llibertat. Me aseguró que encontraríamos nuestra terraza. ¡Así fue! Tanto nos gustó, que aprovechamos para comer allí, en la Vermuteria La Tasca. Una comida super rica, el solecito que nos invitó a quitarnos las chaquetas y brindar por el momento. Os aseguro que esos son los pequeños placeres de la vida. 






Después de comer, retomamos nuestro paseo por las calles de tan hermosa ciudad. Buscábamos el emblemático Puente de les Peixateries Velles. ¿Quién no ha visto una foto en ese puente? Así que después de nuestra foto de rigor, paseamos hasta llegar a la Plaça de la Independència. En la cual hay gran cantidad de locales para comer, tomar algo… Estaba repleta de gente. Desde dicha plaza llegamos a otro puente que nos ofreció de nuevo unas preciosas vistas del río Oñar. 









Continuamos nuestro paseo, como siempre sin poner un rumbo fijo y sorprendernos con lo que encontramos a nuestro paso. Y sorpresa, después subir muchas escaleras, dimos con el acceso a las murallas. ¡Qué vistas de la cuidad! Recorrimos las murallas, subimos a cada torre, debatimos sobre la arquitectura… 






Bajamos de las murallas por las escaleras que quedan junto al campus de la Universidad de Girona. Encontramos otra terraza super tranquila, con una mesa que todavía le daba el sol. Paramos a reponer fuerzas antes de despedirnos de la ciudad, a la que, seguro, volveremos a visitar. 






Un besazo

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